jueves, 30 de abril de 2015

EL PERFIL Y LOS ATAQUES DE ENTRENADOR.

Una vez que ya se ha elegido categoría y el entrenador está entrenando en un equipo, tiene que tener una cosa muy clara.
LOS PROTAGONISTAS SON Y SERÁN SIEMPRE LOS JUGADORES.

Cuando llega un día y alguien se levanta pensando “quiero ser entrenador”, tiene que valorar su perfil y gustos como tal.
No todos los entrenadores tienen capacidad para educar y enseñar a niños pequeños, tampoco todos tienen la capacidad de ser muy competitivos, cada entrenador tiene unas características, unas cualidades y unos defectos que debemos valorar.
Cuando se decida ser entrenador y se empiece en esta gran profesión, hay que enumerar defectos y virtudes, pedir que os valoren más entrenadores, la critica siempre debe ser un estimulo de mejora.
Después de enumerarlas, se debe valorar que categorías son las idóneas para ese perfil (pre benjamín, alevín..o juvenil, amateur).
¿Qué objetivos tiene como entrenador?
Si lo que le gusta es enseñar lo básico, ver una gran evolución con la edad y el entrenamiento, ver crecer a sus jugadores y educarlos, su sitio está en las escuelas.
En cambio, si su gran objetivo es competir, ver la evolución táctica de su equipo y pulir detalles del juego individual y colectivo, su sitio está en categorías superiores, de cadetes en adelante.
Por supuesto en las dos categorías de entrenador se puede competir, evolucionar y se pueden variar categorías, los entrenadores también van quemando etapas de aprendizaje y van priorizando sobre su filosofía de juego.
Una vez que ya se ha elegido categoría y el entrenador está entrenando en un equipo, tiene que tener una cosa muy clara, LOS PROTAGONISTAS SON Y SERÁN SIEMPRE LOS JUGADORES.
Lo más importante son ellos, el entrenador es la persona que les va ayudar a conseguir los objetivos individuales y colectivos.
Un entrenador que habla de su equipo en primera persona, que cuando se presenta a alguien dice de carrerilla su CV, dice mucho de sus valores.
Ellos son los que más sufren “ataques de entrenador”, sobre todo los que anteponen su ego al equipo.
Dichos ataques son muy conocidos, lo veréis con un claro ejemplo:
Entrenador de un equipo que va primero, juega un partido contra el segundo clasificado, la clasificación casi habla por si sola del nivel del equipo o de la competición.
A este entrenador, después de una trayectoria impecable en liga con un sistema de juego definido y utilizado durante todo el año, se le ocurre modificar el sistema y cambiar 2 o tres jugadores claves durante el resto de temporada, para sorprender al rival.
Empieza el partido y al descanso el equipo va perdiendo ¿Solución? Volver al sistema que ha dado resultado toda la temporada y poner a jugar a los tres jugadores que había dejado en el banquillo, ¿resultado? Remontada del equipo.
¿Resumen del entrenador? El equipo ha sabido reaccionar con los cambios, tras una mala primera parte.
Moraleja: Modifica y trabaja lo que puedas, pero no toques lo que ya funciona, eso es “UN ATAQUE DE ENTRENADOR”
Dar todo por vuestros jugadores y sentiros orgullosos, son los que van hacer bueno vuestro trabajo.

¿CONOCES AL ENTRENADOR DE TU HIJO?


La mayoría de los padres, desea que sus hijos encuentren y se inicien en el deporte, se aficionen a él, disfruten el placer que supone su práctica. Porque saben que el ejercicio les ayuda a ser más fuertes, a mantener un peso adecuado, a mejorar la capacidad respiratoria, a crear un estilo de vida saludable y, en muchas ocasiones, a compartir desde la infancia una de sus aficiones que más repercutirán en su salud física y mental. El fútbol puede proporcionar todo eso, pero si está bien dirigido. El entrenamiento mal dirigido por un entrenador y con una implicación inadecuada por parte de los padres, puede ocasionar perjuicios en el joven deportista. Si comprendemos el fútbol como tal, entenderemos que su práctica en las edades de formación debe concebirse como la búsqueda de diversión, entretenimiento y juego. Si un niño considera que una actividad no es placentera elegirá abandonarla.
Todos los practicantes hemos tenido entrenadores que no nos han gustado, algunos no nos acordamos siquiera de ellos, sin embargo otros han sido especiales. Incluso, en alguna ocasión, hemos podido llegar a tener ese entrenador único, el que todo padre desea para su hijo, que aparte de enseñarnos a jugar al fútbol nos enseña lo mejor del deporte, lo mejor de la vida; con pequeños consejos nos guía y orienta, siendo un ejemplo de deportividad, comprensión, valor y educación… Este tipo de entrenadores nunca lo olvidamos.
DÓNDE PRACTICAR
Después del centro de trabajo y el colegio, la actividad extraescolar deportiva de los hijos suele ser lo que más condiciona la vida cotidiana de las familias. La formación deportiva, incluso personal, de nuestros hijos depende en buena medida de su integración en en el deporte que practiquen. Pasar de jugar al fútbol con los amigos en el colegio, o en la calle, a una escuela deportiva o un club de fútbol, puede resultar un cambio bastante brusco para nuestros hijos. Debemos pensar un poco por ellos e intentar que el lugar en el que pasarán los próximos años practicando deporte, sea el más completo y con las mejores referencias; pues lo cierto es que estos años serán determinantes para su desarrollo y formación.
Uno de los primeros consejos que, como profesional de la educación deportiva, le trasmitiría a un amigo es que eligiera muy bien esa entidad deportiva. Elegir quién va a cuidar de la formación de un hijo puede parecer una tarea tan agobiante como ayudarlo a elegir centro escolar. En calidad de padre, es nuestra responsabilidad asegurarse de que nuestro hijo estará seguro y contento en ese ambiente deportivo, educativo y lúdico. Ante esto, hay que tener en cuenta una serie de puntos para saber cómo elegir la mejor entidad, el mejor equipo y el mejor entrenador para tu hijo. Si estamos en duda entre varios lugares, lo mejor es acercarnos hasta su centro de trabajo. Observar qué tipo de niños van, qué tipo de entrenadores imparten clases y hablar con el responsable para que nos enseñe las instalaciones. Además, será necesario valorar aspectos como la distancia en la que se encuentra con respecto a nuestra casa para saber si nuestro hijo podrá ir andando o tendrá que tomar transporte público. Si barajamos varias opciones y no tenemos aún claro que centro deportivo es el ideal, quizá sea buena idea pedir horarios en cada uno de ellos. Así podremos ver cómo distribuyen los entrenamientos, qué tipo de competición juegan o el material deportivo que proporcionan. Dediquemos algún tiempo a observar y a hablar con padres que lleven a sus hijos allí. Formulemos las siguientes preguntas: ¿Cuál es su filosofía de la práctica deportiva? ¿Qué servicios o actividades alternativas ofrecen? ¿Cómo se agrupan los niños? ¿Por edades? Y lo más importante. ¿Cuál es la formación educativa de los profesores?
Tan importante es que una escuela deportiva tenga buenos entrenadores, como que conozcan muy bien a tus hijos y os conozcan a vosotros como padres. Si el club que has elegido te exige ser mejor, como persona y como padres, entonces has acertado plenamente.
Conviene conocer el clima deportivo: sus normas de convivencia, sus valores prioritarios, los programas deportivos, sesiones de entrenamiento o de atención al deportista que nos revelan si los entrenadores y educadores están motivados e implicados. Una vez tomada esa decisión, podemos pensar que la opción es buena. El club del barrio, el colegio, las escuelas municipales, un club potente de nuestro municipio… ¿Es suficiente? La respuesta es NO. Una vez decidido el club donde formar a nuestro hijo, deberemos comprobar que entrenador va a dirigirlo en el equipo donde competirá. Los padres depositamos la educación deportiva de nuestros hijos en el entrenador. Entrenador que debe formar las cualidades deportivas básicas de nuestros niños, y no solo las básicas, sin saber muy bien los padres que conocimientos tiene en la materia que va a impartirle a nuestro hijo. Por último, existe otra opinión importante en la elección. Quizá él tenga claro dónde van a estar sus amigos o tenga preferencias por algún equipo en particular. Si es así, debemos dejarle hablar y que exponga sus preferencias para tomar la decisión final de forma conjunta.
LAS CUALIDADES ADECUADAS
Busca un buen entrenador, ya que es muy importante que quienes estén a cargo de la actividad deportiva de tus hijos sean personas capacitadas y más si se trata de niños pequeños que apenas están iniciando una actividad deportiva, ya que por un mal entrenador o entrenamiento el niño puede comenzar a odiar la actividad deportiva y por lo tanto tu hijo dejará de hacerla con gusto. Una de las mayores crueldades del mundo del fútbol base es que los padres acepten que es adecuado que un desconocido pueda entrenar, educar, evaluar o decidir sobre el futuro deportivo de sus hijos. ¿Sabemos si ese desconocido cursó determinados estudios o tiene experiencia para ocupar ese cargo? El papel de los profesionales, entrenadores y educadores es vital, porque el niño adora la actividad donde encuentra un entrenador al que admira.
En la iniciación deportiva hay excelentes técnicos y algunos que no lo son tanto, al igual que en cualquier otro ámbito de la sociedad, los hay buenos y malos. Pero, ¿qué debemos exigirle a un técnico y entidad deportiva? Las cualidades que podemos buscar son: experiencia, formación, disciplina y prestigio. Debiendo estar informados sobre diferentes aspectos formativos del entrenador de nuestro hijo: ¿Por qué le interesa trabajar con niños?¿Dónde ha trabajado? ¿Cuál es su modelo educativo-deportivo? ¿Que le va a ofrecer al niño para favorecer su desarrollo físico? ¿Cómo enfoca la enseñanza del uso del fútbol? ¿Cómo afronta la competición?
¿PUEDO ELEGIR?
De igual forma que tenemos la posibilidad de elegir a nuestro médico de cabecera, al fisioterapeuta que curará nuestras lesiones, al psicólogo que nos trate, al ginecólogo, al oftalmólogo, al dentista, al profesor de tenis o al de inglés. ¿Por qué no puedo elegir al entrenador de fútbol de mi hijo? ¿Tengo el mismo empeño en “elegir” al profesional deportivo que educará a mi hijo, durante toda la temporada, que el que realizo cuando hablamos de cuidarnos la salud? ¿qué rasgos, características o valores personales buscan la mayoría de los padres en un entrenador? ¿buscamos entrenador, o nos conformamos con cualquiera? Si pudiéramos hacerlo, elegir me refiero, deberemos tener en cuenta los siguientes condicionantes: edad, experiencia y años de práctica, expediente académico, actualización y desarrollo profesional. Antes de elegir, debería conocer las distintas opciones disponibles y tener en cuenta el precio, la ubicación y la reputación del servicio.
EL REFLEJO
He sido futbolista escolar, federado y amateur. He sido entrenador de deportistas escolares, federados y profesionales. He visto, sufrido y trabajado junto a “falsos entrenadores”, y he visto y trabajado con “educadores y verdaderos entrenadores”. Siempre me he guiado y después he aconsejado, a mis compañeros entrenadores, que no debemos ser protagonistas, solo formadores y educadores, y que el exceso de protagonismo manifiesta que los objetivos no son los adecuados.
El entrenador es el máximo responsable deportivo de un equipo y su papel, entre otras cosas, consiste en tomar decisiones y velar para que el funcionamiento del equipo marche correctamente. Debe intentar sacar el máximo rendimiento a cada uno de los jugadores en los entrenamientos y en los partidos, es la pieza clave en su formación. Y para ello, debe estar muy bien preparado. Se dice que un niño es fiel reflejo de sus padres. Pues hay un momento en que también es reflejo de su entrenador, hasta tal punto que a veces, incluso su opinión es más tenida en cuenta por el niño, que la de los padres. No debemos permitir actitudes comúnmente erróneas de muchos clubes donde al entrenador menos preparado se le encomienda la labor de dirigir a los jugadores más pequeños, cuando estos niños lo que necesitan es un entrenador experimentado, que sepa trasladar las nociones básicas en su educación deportiva. No permitamos que nuestro hijo esté en manos de cualquiera.
CON LA EXPERIENCIA NO ES SUFICIENTE
En muchas ocasiones se valora la experiencia de una determinada persona a la hora de valorar su capacidad para poder o no entrenar. Si esta persona ha sido jugador profesional, esa experiencia no se discutirá, el haber participado en diversas competiciones a lo largo de su trayectoria, el tener un historial a sus espaldas bastante amplio, nos hará pensar, erróneamente, en él como principal responsable del grupo. Esta experiencia, mal empleada, es una mala experiencia. Un trabajo erróneo, repetido muchas veces, es una experiencia errónea. Si cuando formamos a niños repetimos siempre los mismos errores, ese niño tendrá una experiencia negativa. Por lo tanto, debemos evaluar las aptitudes de cada entrenador de manera individual, más allá de su experiencia deportiva. Una trayectoria de muchos años de experiencia puede ser una carga muy pesada si no se formó con con el tiempo y sigue realizando las mismas actuaciones de tiempos pasados. Es por esto que, desde el punto de vista de un club, se debería meditar muy bien a quién elegir tanto para guiar la actividad puramente deportiva o técnica del mismo, como para dirigir cada uno de los grupos de chicos. Deben ser las familias las primeras que exijan, a clubes y escuelas de fútbol, una formación adecuada de sus técnicos, más allá de su experiencia. Siguiendo los padres estas pautas, será más fácil sacar la mejor versión humana y deportiva de nuestros hijos y sus formadores.
EL ENTRENADOR QUE DESEAMOS
En la enseñanza del fútbol debe predominar, primero, el concepto de juego y diversión nunca el competitivo que, esté en contra de formar jugadores habilidosos de pensamiento, juego y táctica. Así, cada jugador logrará lo que cada entrenador enseñe, tanto como deportista como persona. Siguiendo esta lógica: ¿Debemos preocuparnos las familias de la formación que tiene el entrenador de nuestro hijo? O simplemente: ¿Quién lo entrena? ¿Es un buen entrenador? ¿Tiene la preparación suficiente para hacerlo?”
Es cierto que hay entrenadores que no son objetivos, que no están preparados, que no tienen los objetivos claros. Esto no lo podemos evitar, pero lo que si puedes hacer es elegir bien la entidad para no encontrarte con estos problemas. Si estás allí es porque tu lo has decidido así y no hay motivo para quejarse luego. La culpa es en parte tuya por no haber tomado una decisión adecuada.El entrenador que anhelo para mi hijo, el que me gustaría que lo entrenara, es aquel que le trasmitiera una ilusión firme y sólida en el deporte. Que hiciera todo aquello que supiera, que lo tratara de la mejor manera posible, que rebuscara en su interior para hacerlo mejor persona, mejor deportista. Ese entrenador que lo enseñara a aprender por si mismo, a perder, a ganar, que le enseñara a creer en él, a escuchar, a sonreír y ser feliz practicando el fútbol, para que su vida deportiva sea diversión y salud, que lo trate bien pero no lo mime, que lo haga fuerte, que le inculque valor y coraje pero también paciencia y constancia, ese es el entrenador que deseo.

LA VICTORIA DE LA HUMILLACIÓN. GANAR CON RESPETO

Cada fin de semana miles de jóvenes disfrutan practicando el deporte que más les gusta, el fútbol, dirigidos por entrenadores que, con educación y paciencia intentan conseguir el triunfo para su equipo y conseguir ser los primeros al final de temporada. Todo el colectivo que rodea a los equipos, jugadores, entrenadores, directivos y padres, quiere ganar. A todos nos gusta ganar, da prestigio, confirma tus aspiraciones, te hace sentir bien, certifica lo bien que realizas tu trabajo diario, cumples tus objetivos. La victoria satisface a los padres por el dinero empleado en sus hijos durante el año. Pero, a veces, solo pensamos en el triunfo, en ganar por goleada, por cuantos más goles mejor. Casi nunca nos planteamos, en las victorias, que sentirá el equipo rival en la derrota. No pensamos que son niños que están aprendiendo y, nos olvidamos, que están siendo educados a través del deporte que practican.
Para que la victoria no se conviertan en el único objetivo, educadores y entrenadores deben inculcar los auténticos valores de la victoria: el ganador no debe actuar solo en beneficio propio. Cuanto más ayuda al equipo, más se beneficia él mismo. Los ganadores no tienen miedo a perder: aprenden de la derrota. Se esfuerzan y continúan mejorando en lo que hacen, más allá de si consiguen o no la victoria.
LA COMPETICIÓN QUE QUEREMOS
El fútbol está rodeado de numeroso peligros que amenazan la posibilidad de convertirse en un medio educativo. Estos peligros se encuentran entre padres y entrenadores, que no siempre tienen una actitud que ayuda a los deportistas a que su experiencia sea educativa, poniendo demasiado énfasis en el resultado y esto puede derivar en acciones antideportivas hacia el rival, fomentando actitudes egoistas.
El concepto de victoria, entre deportistas y protagonistas en el deporte actual, ocupa un lugar dominante por encima del deseo de jugar. El excesivo afán por el triunfo hace que el fútbol sea discriminatorio, que los mejores participan más y los peores nada. Esta influencia provoca que algunas encuentros dejan un camino donde se ven enfrentamientos humillantes los fines de semana, con resultados escandalosos. La forma de organizar las competiciones y el trabajo de entrenadores y educadores será la base para intentar alejar estos inconvenientes del fútbol.
Aunque en categorías inferiores las goleadas no son extrañas cuando se juega con los clubes con más aptitudes y potencial deportivo, nunca debemos permitir que se llegue al límite de la victoria ofensiva, que el resultado vaya más allá del escándalo, tratando de humillar, al club rival, pero sobre todo a los jóvenes de pocos años que han sufrido esa derrota. Los educadores deben ser los primeros responsables en evitar hechos así, eso debilita la filosofía deportiva. Educar en el respeto requiere convertirnos en una persona que los niños respeten, tomando decisiones que sean respetables y eliminando acciones que no lo sean.
El juego limpio debe ser nuestra máxima, aceptando sin discusión las normas, fomentando los valores del deporte, jugar para divertirnos, para ganar también, pero con el rechazo firme de conseguir esa victoria a cualquier precio y de cualquier manera. En la competición deportiva debemos intentar llevar a nuestros deportistas a un entrenamiento, a competir y a conseguir la victoria, una victoria justa. La lucha por el triunfo y por ganar se desarrolla en la competición, una competición llevada a cabo por nosotros, y nosotros somos los que le damos forma al tipo de competición que queremos.

OBSESIONADOS POR EL TRIUNFO
Jugar en un equipo de fútbol es una excelente escuela de valores de presente y futuro para los niños. Durante un partido de fútbol, los jugadores deben tomar muchas decisiones. No sólo tácticas, sino también morales. Aprender a ganar es una de ellas.
La obsesión por la victoria lleva a que la mayoría se centre sólo en los resultados, y como éste no es un factor sobre el que se tenga control, inevitablemente la mente se desestabiliza, afectando el rendimiento del jugador. El foco en el resultado hace que el deportista juegue con miedo a perder o cegado por la victoria, en lugar de centrarse en sus virtudes, que lo llevarán a hacer las cosas de la mejor manera posible.
Podemos perder con el éxito excesivo, por autocomplacencia, por empecinarse en repetir la fórmula del triunfo sin resultado, por un exceso de victorias que origine una falta de objetivos. Si ponemos una meta demasiado difícil, no tendremos opción de conseguirla, y si la consigo no habrá opción de mejorarla. Las victorias nos motivan. Pero cuando ganas demasiado fácil y ya no puedes ganar por más, creas un problema, porque si no te marcas objetivos o tus objetivo es solamente la victoria, al final, la motivación puede verse afectada, incluso para el más ganador. El entrenador debe buscar el contenido del juego, no del resultado. No te quedes con el número de goles solamente, el número de pases también es importante, posiblemente mucho más. Un equipo “pasador” disfrutará, seguramente, mucho más, que un equipo que busque como único fin “golear”.
LA VICTORIA DE LA HUMILLACIÓN. GANAR CON RESPETO
EL PREMIO
Uno de los males del deporte es que el reconocimiento solo lo tienen los ganadores. Los perdedores quedan en segundo plano, nadie se acuerda del subcampeón, ni mucho menos de quien no llega a la final. Premiando al ganador y olvidando al participante perdemos parte del significado del deporte. Esos padres y entrenadores gratificadores, que premian a sus hijos y jugadores por los goles marcados, que fomentan otro tipo de victorias: “Te doy un euro por cada gol marcado” “Si ganamos, por más de 10 goles os invito a Burgen King”. Al final, esos niños se vuelven egoistas, porque quieren marcar el mayor numero de goles para conseguir mas premios y al final no juegan en equipo.
Los verdaderos ganadores tienen objetivos, una dirección que seguir, pero reconocen que el éxito nace de la experiencia diaria, del entrenamiento. Es importante constatar que nuestra idea inicial nunca sea la de ganar a cualquier precio y de cualquier modo. Ganar no debe ser el único objetivo, no nos vale la mentalidad del “ganador se lo queda todo”. Ganaremos como consecuencia de los claros OBJETIVOS que tiene nuestro estilo de juego y de las horas invertidas en los entrenamientos para poder conseguirlo, ese es el auténtico PREMIO POR LA VICTORIA.

CABALLEROS DEL DEPORTE
La máxima deportiva de “lo importante es participar” y donde “ganar o perder no tiene importancia”, para el niño tiene un especial valor, quiere saber si ha ganado o no y cuantos goles ha metido o cuantos goles ha encajado y además quiere saber que jugador mete más goles. Por eso, en estas categorías de nuestro fútbol, donde juegan equipos con jugadores con uno o dos años de diferencia y donde la fortaleza física, se nota demasiado, valores como el esfuerzo, la amistad, el juego limpio y las actitudes positivas del deporte, deben primar sobre la victoria o la obtención del gol y al final, también es importante fomentar la idea de superación, la búsqueda del triunfo, pero no a costa de encajar todos los goles que pueda, humillando al contrario, porque a la larga, la actitud del niño se forma en función de victoria y derrotas humillantes, y el niño no debe ser el que dirija este tipo de situaciones, porque no tiene la capacidad suficiente, debe hacerlo quien le enseña, su profesor-entrenador, porque no olvidemos donde estamos. Debe enseñar a los niños que lo importante es participar, prepararse y esforzarse en dar lo mejor de sí mismo.
Un deportista cobra aún más relieve cuando demuestra, que no sólo sabe cómo se ganan los partidos, sino que sabe ganarlos, ante todo, como un gran caballero, como una admirable persona: respetando y alabando al rival, reconociendo su esfuerzo y recordando que en el deporte hay que seguir trabajando para dar lo mejor de uno mismo.

EL VALOR DEL ESFUERZO
A ningún padre le gusta ver sufrir a su hijo, y a todos les gustaría que su hijo fuese el mejor, pero no siempre puede ser. Los niños también tienen que aprender a tolerar la frustración y a sobreponerse de ella.
Nuestro objetivo como entrenadores radica en enseñarles que las recompensas inmediatas son excepcionales, y que, uno de los valores que deben aprender es el del esfuerzo. La verdadera motivación por hacer deporte contiene un ingrediente excepcional, el valor de esforzarse. Si un jugador lucha por marcar goles o por ser un destacado futbolista, debemos recordarle el beneficio del esfuerzo, independientemente del marcador, del resultado, y hacerle ver que el esfuerzo siempre tiene una recompensa: la satisfacción personal.
Nuestros jóvenes están acostumbrados a obtener resultados rápidos y, si no se cumplen sus expectativas, se retiran. A menudo nos encontramos niños que si sospechan que van a perder ni siquiera quieren jugar, otros abandonan a mitad de juego. Otros no admiten que la causa de su derrota sea una equivocación suya, una falta de esfuerzo o que el otro ha sido mejor. Tú no puedes controlar si vas a ganar o perder. Pero puedes controlar tu esfuerzo. Si te centras en el esfuerzo, darás lo mejor de ti. Como entrenadores, trabajemos el valor a esforzarnos, cuando un niño lo aprende, durante los entrenamientos, estará más preparado para la competición, y no solo para eso, también estará más preparado para la vida.

NORMAS AMISTOSAS NO ESCRITAS
El fútbol que nos gusta ver es aquel de tres toques seguidos para colocar el pase gol de una jugada bonita, los aficionados quieren un fútbol bien jugado, cada vez más difícil de ver, en una época en la que el resultado pasa a tener una autoridad que aquel que juega bien no interesa si no gana. Es habitual que surjan goleadas, en las competiciones que disputan las categorías inferiores, pero algunos resultados originan malestar general en cualquier ámbito deportivo porque se trata de un «fútbol de formación» en el que el marcador debe ser lo de menos. Los entrenadores debemos hacernos entender, hacer que nuestros niños entiendan las cosas. Es tarea nuestra hacer razonar a nuestros jugadores, eso es formar. Debemos ofrecerle las claves, a nuestro equipo, para afrontar los diferentes caminos, sin gritos, llantos y sin el desgaste emocional de una derrota desmedida, tantas veces sufrida por algunos jugadores.
El fútbol es injusto y ni con todo el poder, la ilusión y las ganas, puedes controlarlo. Las derrotas te minan la moral poco a poco, día a día te quitan la mejor de tus ilusiones, llevándose tus sueños. Es necesario evitar humillaciones, resultados exagerados que puedan desilusionar a los participantes. Debemos decidir si vale la pena seguir presionando, ya que nuestro equipo gana por goleada y quedan pocos minutos para que acabe el partido o si merece la pena que los delanteros del equipo ganador sean los encargados de llevar el balón rápidamente al centro, en esa tarea insaciable de golear al rival.
Incorporemos unas normas a nuestros equipos donde quede prohibido goleadas abusivas. Sabemos que es muy complicado contener a los jugadores para que no marquen goles, pero existen medidas alternativas. Pensemos en sustituir a los más destacados del equipo, colocar en posiciones defensivas a los goleadores o hablar con el árbitro y entrenador rival para acabar el partido antes de tiempo. Podemos dirigirnos a nuestro equipo y proponerles jugar el resto del partido con más tranquilidad, pero con todo el respeto hacia el rival. Y por supuesto, sin hacer ningún tipo de gestos ni comentarios de los goles o del resultado durante el partido, para que nadie se pueda sentir ofendido.
LA VICTORIA DE LA HUMILLACIÓN. GANAR CON RESPETO
LA GESTIÓN DE LA VICTORIA
El fútbol es un deporte competitivo por naturaleza, pero a veces trata sin piedad a niños que luchan con todas sus fuerzas, en cada partido, pero que no llegan a poder competir con el rival. Esta competición, en ocasiones, es mal interpretada por los adultos que se relacionan con los chavales y puede complicar la gestión de sus victorias.
Es frecuente encontrarnos niños, y adultos, que ganan y ofenden a su adversario, o que van fanfarroneando por ahí con sus éxitos. Nos burlamos de los rivales, nos colocamos en un lugar diferenciado, queriendo alcanzar mediante esta actuación un lugar de superioridad, un estado de identidad único. Nos dejamos dominar por impulsos inconscientes sin amaestrar, la soberbia y la arrogancia afloran en el grupo o individuo al enfrentarnos a un rival débil. Junto a esta sensación de dominio surge la humillación o el desprecio al rival vencido, lo cual implica satisfacción y una descarga instintiva de poder.
Saber ganar también tiene sus reglas. Igualmente insufrible que un mal perdedor es un vencedor presuntuoso. Lo primero que ha de hacer un vencedor es dirigirse a su adversario deportivo y valorar su juego. No debemos dejar de mostrarles a nuestros pupilos esos raros ejemplos de grandeza humana, la que normalmente acompaña a los deportistas generosos y humildes.
GANAR SIN HUMILLAR
Los niños que juegan en los mejores equipos son elegidos, para formar parte de la élite, porque son mejores que los demás, y ganan muchos partidos con facilidad. El entrenador debe enseñarles a tratar con normalidad este tipo de situaciones, sin faltar al respeto al rival, y más si es ganando por goleada. Les mostraremos que por muchas victorias que consigan no les garantiza una nueva victoria en el siguiente partido, que no conseguirán la victoria por ser mejores, sino por realizar un esfuerzo, que la competitividad sana es necesaria, que si no existiera no habría comparación y los niños no podrían superarse para intentar mejorar.
Es importante que los entrenadores enseñemos mediante el ejemplo. Los valores se transmiten a través de los valores de cada entrenador. Inculquemos a nuestros discípulos la orden de NO humillar, la recomendación general, de NO alardear de la enorme diferencia sobre el equipo rival. No originemos en los equipos rivales, cuando se produzcan situaciones de excesiva superioridad, un maratón de frustraciones. Midamos nuestras abultadas victorias, que nadie vuelva a derramar una lágrima por nuestra culpa, aunque, a veces, llorar es como limpiar un mal recuerdo, para volver a empezar. Que nuestra máxima sea enemiga de “lo más importantes no es ganar, sino humillar al enemigo” o “ganar machacando”, que los resultados NO traspasen la frontera de la humildad, impidamos que el portero rival se agache a recoger el balón de la portería en excesivas ocasiones, evitemos que la vergüenza del resultado de paso a la resignación.
Fomentar resultados abultados, arengar a tus pupilos a que pasen por encima del rival, es algo que sobra en un deporte, a veces, manipulado por padres o entrenadores que buscan la satisfacción personal del triunfo sin importarle las consecuencias. Recuerda que: la humillación es señal de pobreza interior, que ganar sin humillar es tan importante como saber perder, y que al final, una victoria humillante podría parecer una derrota.